domingo, 4 de septiembre de 2011

AMAR ¿DUELE?


Un rezago de la cultura judeo-cristiana, es sin duda la asociación del dolor al amor. Premisa, que en mayor o menor grado, todos y todas nos hemos tragado e influye al momento de relacionarnos.
El sacrificio de la madre, postergando sus necesidades en pos de la satisfacción de las necesidades de sus hijos/as, es algo no solamente aceptado socialmente, sino alentado y aplaudido. Una trampa sin límites y frenos en la que muchos seres humanos caen, sin ninguna señalética de precaución.
En las relaciones de pareja  estos  vicios aprendidos nos inundan, la incondicionalidad se idealiza y se espera que el/la cónyuge sea aquella persona que “satisfaga” mis necesidades. Partiendo del rescate de la princesa, el príncipe azul tiene ahora la responsabilidad de cuidar de ella, dinámica que permite abrir la puerta a patrones de abuso (a todo nivel) en la pareja.


Eventualmente (y siempre) la pareja falla al no responder a las expectativas que descansan sobre ella, entonces el dolor es el tercer miembro invitado a esa relación. De pronto deja de ser el amado/a, y empiezan a ser víctima y victimaria/o, con la respectiva dosis de dolor para cada una/o.
Los beneficios secundarios permiten mantener esta dinámica, incluso de manera indefinida. Por ejemplo la singular belleza que baña a “víctima” y “victimario/o” y la posibilidad de que llegue pronto el/la salvador/a.



Pero he reflexionado, ¿es verdad que el amor va ligado al dolor?, al ver esta dinámica en muchas parejas en mi entorno, parecería que la respuesta es: SI. Y esa es la “sentencia” que algunos/as enarbolan para asegurar que prefieren “solos/as” que mal acompañadas/os.
Desde un punto de vista, se podría decir, que los actos al vivir son dolorosos “per se”; todo proceso de aprendizaje y crecimiento utiliza como humus el dolor nutriendo aquello que está germinando. Así que disfrutemos de lo que nos trae la vida, pudiendo dar connotaciones positivas a eventos que amenazan destrucción. Recordemos lo que ya dijo Epicuro, 300 años A.C.:
“No son los hechos lo que nos causan dolor,
sino la interpretación que les otorgamos”

jueves, 1 de septiembre de 2011

PODER SER FIELES AL MANDATO DEL AMOR


Profundizar en la dinámica familiar es asombroso: todo nace en un vínculo afectivo-amoroso de la díada conyugal y con la cualidad expansiva propia del amor, se abre la puerta de la paternidad/maternidad, entonces el sistema crece, el amor se multiplica y se crea el ambiente nutritivo propicio para el desarrollo del individuo. Esta dinámica que parecería idealizada y utópica, es una posibilidad en cualquier familia independientemente de su conformación, pues se gesta en un factor común que comparte toda familia: EL AMOR. Esa es la vocación de la familia, en pos del desarrollo sano y adecuado de sus miembros.

El ser humano al nacer, es de los mamíferos más indefenso y su vida prácticamente depende de otros: sus progenitores, quienes favorecerán su crecimiento, hasta que puede valerse por si mismo (individuarse). Confiado a una familia, el crecimiento del individuo está asegurado así, por la protección y cuidados que recibirá en su entorno familiar, entendiendo que los cuidados van más allá de los físicos. Diferentes científicos han demostrado que “el ser humano es un ser relacional y se enferma de desamor”. Se introduce por tanto los conceptos de nutrición relacional, clave en este ambiente familiar, que permiten al individuo por ejemplo: validarse (autoestima) y  proyectarse (alcanzar el éxito).

Ese sin lugar a dudas es el mandato principal de los padres en la familia que es acogido instintivamente y que se visibiliza con la premisa máxima de todo/a padre/madre: “Quiero lo mejor para mi hijo”.  Pero ¿que es “lo mejor”?, en esta definición subjetiva es donde pueden generarse dinámicas que incluso desdibujen el mandato parental de nutrir a sus hijos. Ejemplifiquemos:

Si un/a padre/madre; recibe, acepta y cree información errónea, digamos: “Las personas zurdas son infelices”; basado en esta información, hará TODO lo que este a su alcance, para evitar que su hijo/a sea zurdo/a, aunque tenga que obligarlo/a, hacerle dolorosos tratamientos o incluso esconderlo/a, paradójicamente motivado por amor. ¿Dónde se equivocó el camino?

Es la información incorrecta, errónea, malintencionada, perversa, la que enturbia la esencia de las relaciones familiares. Es responsabilidad primaria de los padres buscar información oportuna, actual, veraz, acerca de variables en relación a sus hijos/as, teniendo como brújula en esta travesía, el Amor, que les resguardará de confundir el camino.

Hoy existe información pertinente en relación a las variantes de  orientación e identidad sexual, gracias a científicos, académicos y pensadores. Está entonces a la mano de las familias,  la oportunidad de dejar de deambular por tinieblas alimentadas por juicios moralistas, imprecisiones y ataques, que generan homofobia y sus consecuencias.

Una de las más dramáticas formas de violencia (homofobia) es la perdida de la esencia de la familia, cuando padres/madres se vuelven perseguidores de sus hijos/as, y ellos/as deben ser protegidos de ese entorno, vivenciando una de las más crueles orfandades. Por suerte es posible rescatar el vínculo primario del amor y sanar heridas. En mi trabajo como facilitador de estos procesos he podido ser testigos de este poder que tienen las familias, reencontrarse con su naturaleza y dejar atrás el dolor fruto de la ignorancia, ES POSIBLE SER FIELES AL MANDATO DEL AMOR.

Dr. Edgar Zúñiga S.